29 de noviembre de 2011

Agotamiento máximo


Me propuse escribir todos lo martes, como terapia de reubicación de pensamientos y escudrimiento de ideas. Mi mente es un continuo susurro que no cesa, inagotable y variado que lo único que me provoca es la desesperación de no poder llevar a cabo y traer a la realidad todos esos,...., llamémoslos huevos de pascua.


Asi de esta manera, me pido por favor que te calles un momento, y me dejes, aunque sea de manera breve, navegar sin velas, sin barco, sin rumbo y sin horizonte. Por lo cual desearía no tener tanto que pensar, y tan poco tiempo para expresar. "Y también les dejo galletas para los camellos, chocolate para vosotros y leche para los pajes".



26 de noviembre de 2011

Amor

Los seres vivos actúan siguiendo su propio interés, sean o no conscientes de ello. Interés por la supervivencia: de la especie (los reinos), de la sociedad (los colectivos) o de la psique(los individuos).

El ser humano es el único ser consciente que libremente se destruye a sí mismo, pero no sin intención. Como tampoco lo hace la araña Diaea ergandros cuando a la llegada del invierno, al escasear el alimento, es capaz de ofrecerse como alimento a sus crías.

(Siempre, siempre, puedes ser dueño de tu destrucción).

Pero miro al UNIVERSO, veo el Sol salir y ponerse cada día con su maravilloso arrebol, veo la lluvia alimentar la vida, el viento derribar montañas, las olas devorar los pies de colosos pétreos, las aguas convertir una caricia en un desgarro con la complicidad del tiempo, veo fuego manando de la tierra y extendiendo sombras que hielan el clima. Contemplo y pienso, no hay intención en todo cuanto acontece, no hay benevolencia ni malevolencia, no hay amor ni odio.

Pero...¿y si ese es el mayor de los amores?

Entonces, es obvio, que si lo conviertes en tu intención jamás lo alcanzarás.

22 de noviembre de 2011

La flecha de lucido.

A saltos pasa el tiempo, y muy de vez en cuando me doy cuenta de todo el tiempo que ha pasado. Abro los ojos y soy consciente por primera vez en un largo suspiro, que estoy, soy el presente.
Hacia ya mucho tiempo que no tomaba decisiones, no gobernaba mi propio velero, navegante de océanos ferrosos. Son estas etapas de lucidez en las que juntamos todos los hechos, momentos y experiencias que recientemente hemos presenciado, y las vivimos súbitamente. En este instante todos nuestros problemas y conflictos mas salidos de la lógica cobran sentido y por un momento nos vemos capaces de solventarlos en pasos sencillos  de gran trascendencia. Por eso es muy importante pararse a pensar, cada día, si realmente, estamos.

8 de noviembre de 2011

Piano sin Reina

El piano ha sido desde que tengo memoria en uso el instrumento que más ha despertado el instinto musical en mis fueros internos. Desde la ternura infantil tuve claro que si alguna vez tocaba un instrumento sería el piano.

Aquellos tiempos infantes habrían sido los ideales para iniciarme en la formación musical y estoy seguro de que aquello hubiera tenido un impacto directo y hondo en la forja de mi personalidad y entendimiento pero ni yo proclamé esta vocación en voces audibles ni estoy seguro de que hubiera sido recibida por oídos comprensivos.
Un argentino de sonrisa incombustible me hubiera exclamado: ¡lo importante no es que toques como podrías haber tocado entonces, sino como puedes hacerlo ahora!
Eso es lo crucial de la vida, que hasta que se consume siempre puedes elegir hacer las cosas de manera diferente, corregir tus errores y resarcir tus deserciones

El año pasado mientras pasaba una gran crisis entre la vorágine confusa, sombría y asfixiante de ideas y sentimientos que gobernaban mi juicio emergió clara entre el caos la necesidad desesperada y febril de aprender a tocar el piano.

Entonces me encontré con Reina, reina del piano y mi maestra musical.
Recuerdo con nitidez aquellos primeros días: la torpeza de mis dedos que renegaban del ritmo de mis pensamientos, los violentos y paralizados conflictos entre mi este y oeste cerebral que se negaban a conciliar las claves de Sol y de Fa, la emoción contenida al acariciar por fin mi totémico instrumento y esa pasión creciente con la que iba reaccionado mi ser ante la contemplación de Talía.

Al final de cada clase con cierta timidez pedía a Reina que me tocara una de mis partituras predilectas y, entonces, todo se inundaba de magia.
La música acudía, bella y sublime, invocada por las elegantes, precisas y sentidas caricias de las manos pianistas, con su tempo exacto y sus cadencias justas, haciendo del sonido pasión y del silencio emoción.
¡Qué no se distinga el sonido del silencio!, parecían clamar el ritmo dual de los latidos de su corazón, poseídos y embargados por la voluntad de belleza.
Su postura, enhiesta y orgullosa, su mirada, introspectiva e infinita y su rostro, efigie viva y serena del trance místico del arte. Era hermoso.

Sobre sus formas de enseñanza debo destacar su paciencia con cada uno de mis errores, el sincero entusiasmo con el que celebraba mis avances, la humildad con que desenvolvía sus habilidades y, por otra parte, los gruñidos con que me advertía de mis fallos (gruñidos con lisura) y las malicias simpáticas que gustaba marcarse.

También recordaré con gran aprecio las horas de amena charla en los descansos de teoría musical y práctica interpretativa. Diálogos cargados de humanidad sobre temas de una amplitud inmensa, versados sobre historias vitales, reflexiones compartidas y conocimientos entregados. Conversaciones también recibidas de su marido, digno compañero, con el que, al principio en encontronazos y después, en encuentros, fui entablando dialécticas en las que jamás le faltaba la energía y la vitalidad supremas para ensalzar el arte que tanto amaba: la literatura, la música, la pintura. La vida se vuelve sagrada cuando converge en el arte.
Qué riqueza hay en compartir con comunicación honesta e íntima las vueltas misteriosas de la vida.

Arte, ese es el fuego de su hogar, los libros que me llamaban, las pinturas que me enseñaban, las partituras que en silencio esperaban, los poemas y las amistades, el amor sin tempestades, todas y cada una de sus afanes eran bañados cada día con el sonido sutil y discreto de los golpes austeros del hombre y la mujer que en la casa de la música vivían. Eso era para mi, la casa de la música, donde aprendí a entenderla, de donde salía flotando. La casa de la música...

La casa de la música cerró ayer sus puertas para las enseñanzas al menos por un tiempo. No por ello cejaré en esta vocación (cada mañana comenzará antes mi día para llenarlo de música), ni dejaré de ver a sus habitantes, cuyo amor me ha bendecido.

Gracias Reina, reina del piano.


2 de noviembre de 2011

De deseos.

"Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, se feliz y siempre sonríe.Sólo vive intensamente."
William Shakespeare.

Muchas veces he escuchado la importancia de la ausencia de deseos, por voces de hombres que respeto y aprecio mucho tanto mental como humanamente.

¿Qué es el deseo?¿Qué me ofrece?¿Qué me arrebata?

El deseo es la ausencia de algo que queremos hacer nuestro, la ausencia de deseos debe ser la ausencia de ausencias. La inanidad...la integridad.

El deseo me ofrece gozo y alegría, fruto sin semilla proveniente de colapsar el vacío que supone.Es enfermar para aliviar, es caer en el vicio para levantarse en la adicción, el silencio del torturado, el descanso del soldado.

El deseo me arrebata la tranquilidad, turba la lucidez y despierta la ferocidad de la inanición, me acaricia seductor para luego oprimirme ausente de sí. Me espera para abandonarme, me llama para olvidarme, juega, juega como los espejos.

Deseo porque me falta, me falta porque no tengo, no tengo porque no soy...no soy, no soy, no soy. ¿Qué debo ser para no desear? Devoraré el mundo para flotar en la nada eterna, o quizás me adentraré en la esencia que me define y me sostiene.

Y al final el deseo es tan superficial, tan diario, tan anodino y rutinario, si por suerte caemos en el deseo de lo eterno probablemente no sea más que el disfraz grotesco del temor pavoroso de las cadenas del tiempo.

Pero siempre será que no llegamos a dioses, ni podemos saciar nuestros vacíos como el titan que se devora...y el caso es que cada instante que me pude llamar feliz no fue al calmar mi hambre sino al gozar mi sed del manantial que de mí mismo nacía, íntegro, entero, único. Y todas las cosas del mundo, creo, pueden nacer de ti, de tu interior.

Son pensamientos que persigo en estos últimos tiempos, algunos de los cuales acaban cayendo en este rincón de confesiones... crímenes y redenciones.