30 de marzo de 2015

Hemos venido a jugar

Mi amiga Leila suele rememorar la frase de su amigo Tocayo: Aquí hemos venido a jugar.

Este ademán, esta declaración de igniciones, bien parecido al carpe diem pero más natural, me inspira: 'Súplicas de verano'.

DECLARO

Revivir en mis horas el instinto del inicio

Ser primero y puro para las señas del mundo

Caer del parto en cada riesgo de mis pasiones

Volar la lluvia de aguas primeras que nos riega

Me juro: Revivir, Ser, Caer, Volar.

¡Aquí hemos venido a jugar!

Toca inaugurar el mundo en sus bordes

Nada somos salvo este ahora en fuga

La prudencia que te sentencia ahógala

Desbordada en tu sangre loca de vida

¡Aquí hemos venido a jugar!

Gira el centro mismo de tu suerte

Juega con tu sino a la libertad

Sigue hasta inventar buena muerte

Siente sin cesar ni finalidad

¡Aquí hemos venido a jugar!

Llora como si se extinguiese el amor del mundo

Ríe como si de tus risas naciera la lluvia

Llora y ríe a la vez: se llama éxtasis

Exagera, delira, extiende tus posibilidades

¡Aquí hemos venido a jugar!

Aquí hemos venido a jugar y vamos a jugar.

20 de marzo de 2015

Soga de serpìentes

Hoy vengo a blasfemar, mi canto perverso se infiltra

Una reverencia picaresca

Aquí y ahora, NUNCA

Vamos a sonrojar al cielo con el alma irredenta cargada

De furia, timidez, vergüenzas y pérdida

¡Qué vivan los suicidas!

Sus segundos son dorados alegatos de vida

Cuando sobreviven siendo, su vacío conquistado

Desterrados como testigos de su persistencia

Cada instante, una prórroga maldita

Que renueva el canto envenenado,

De una voz que protagoniza su silencio

La nada se deja pisar, cede en su abandono

A la prórroga hambrienta

De un final

De un final cotidiano

De un final en espera, pausado, congelado

De un final que no termina porque es la costumbre de la vida suicida

Sin miedo ya, ni audacia posible

¡Qué vivan, pues, los suicidas!

15 de marzo de 2015

Autoconsumo

“Hola, sí mire, quería 100 años de vida. Para llevar, por favor. Gracias. Ah, y una pajita, por favor”.

Contento por haber adquirido tus 100 años de vida, comienzas dando unos tímidos sorbitos. El sabor de la vida te explota en las papilas gustativas. Qué manjar, qué bien sabe, podría alimentarme de esto toda la vida. Empiezas a andar, ves el mundo pasar a tu alrededor, en una extensa panorámica que nunca cesa. Ves de todo. Y mientras tú sigues sorbiendo la pajita. Qué rico, ñam ñam.

Te encuentras tu primer obstáculo, el segundo, el tercero, el enésimo. Fumas, bebes, arañas y muerdes, casi a partes iguales, derramando en el proceso un poco de este exquisito manjar. Estas tan fatigado y exhausto, que tiras la pajita por ahí y comienzas a dar ansiosas bocanadas, el frenesí te corroe. Y haces todo lo anterior y mucho más, sorbiendo cada vez más rápido, cada vez más voraz, inconsciente de que el líquido se agota, como todo en este mundo, pero en ese momento solo tienes sed de vida, y deseas saciarla sin pensar mucho en qué será de ti después, cuando ya no te quede nada.

Un día, llega el momento que todos veíamos venir. Con los labios resecos, no encuentras donde repostar, ni puedes volver atrás al punto de adquisición. Te sientas, y se te acerca una señora de luto, un poco escuchimizada. “Le hace falta un caldito”, piensas, pero tú tampoco debes verte mucho mejor. Te ofrece hospedaje al otro lado, dice, donde hay elixir a mansalva y puedes beber hasta la eternidad, y no volverás a sufrir el desaliento ni la sed. Tu respuesta no puede ser otra que un sí rotundísimo, que disfrazas con elegancia balbuceando:

Con sumo gusto.


9 de marzo de 2015

Rosa amarilla

Siempre hablando o escuchando hablar del ser ante la realidad. El conflicto de la estética, la barrera infranqueable de la percepción. No podemos terminar de saber ni tampoco empezar a confiar en los que creemos saber. No hay pruebas, no hay finales, todo es atreverse a saber, lanzarse a conocer, porque sí, porque si no, qué otra empresa digna podríamos asumir.

No obstante lo anterior, hay fenómenos que derriban este esquema, esta concepción de la mente impotente arrullada por la filosofía hasta la muerte, entretenida por lo accidental. Esos estados del ser, de la mente o del individuo que nos aniquilan, por momentos simplemente no estamos, nada insigne galopa en el pensamiento o, quizás, un sentimiento sublime nos invade hasta tal punto, con tal intensidad, que nos arrasa por entero. Como un volcán que deja el bosque en cenizas durante siglos, aunque esos siglos sean segundos, aunque esa escena sea un sueño o la mirada de la mujer que estás amando (en presente, los pasados no salvan ni nos arroban).

Estoy tan desligado de mi mismo, tan perdido vaya, que hay ocasiones en las que me caigo con tal violencia al centro de mi conciencia que, aunque fugazmente, alcanzo a vislumbrar una verdad vibrante de mis imperantes vaticinios. Algunos, amenazantes y pervesos, se asoman para ensordecer mi percepción con la promesa de un precio pendiente, otros, aparecen llenos de insinuaciones alentadoras de una vida más presente, intensa, bella y buena.

Quiero decir, referenciando el tema y su mensaje, que la realidad no es un sistema, ni un ente, ni un ser (interlocutor), ni un objeto, es un discurso. Un fenómeno discursivo cuya percepción es una quimera a no ser que el sujeto responda, se mueva adaptativamente.

El Maestro de la Época ha de ser un bailarín universal para que su personalidad sea invisible al mundo. Los que brillan con la luz de las épocas son aquellos que danzan, de manera que, se vuelve indistinguible su movimiento del de la totalidad.

Creo que es una falacia preconcebir el estatismo de lo absoluto, al menos, tal y como nosotros definimos la inmovilidad.

Todas las imágenes de los seres conectados que parecen abandonar su propia conciencia y liberarse en el desacato de la atención mundanal. Esa dicotomía entre el mundo y la verdad. El espíritu y la materia. Puede, y lo enuncio como advertencia no como sentencia, ser una ilusión cuya carencia nace de no atender la realidad en discurso. Consecuencia, digo, de ver en la relación de mi ser con el mundo una posición, una relación, en lugar de una equivalencia reconociéndose.

No es lo mismo dos seres abrazados, que el AMOR arrasando.