19 de junio de 2017

Machi-Ma?

Ha sido necesario recuperar la contraseña, pero aquí estoy de nuevo, en esta intersección conocida de caminos afines. Todo lo que es igual, se hace diferente.

Yo ya no sé escribir ni creo en la muerte. He bajado a toda velocidad a las alturas del sufrimiento y he aprendido a hablar cuando nadie escucha. ¿El hombre es prodigioso porque puede elegir algunas cosas? O porque encaja con soltura las mayores catástrofes.

Yo creo que somos tan absurdos que nuestra fortaleza o quiebra nos reserva un remanente de risas. Es decir, somos de alguna manera la criatura más irónica del universo conocido (por nosotros). Podemos deshacernos y luego aparecer en un alborozo histérico. Luego olvidar, y a continuación, seguir siendo el ritmo marcado de una necesidad, de una vida ciega que se desea.

Mis palabras, mis imágenes y mis dulces símbolos. La realidad paralela que puebla mis sueños olvidados y amanecidos, la que acuna con rudeza la vehemencia de una lucidez que siempre permanece y se afirma. Qué haría yo si no cerrara los ojos y se encendieran todos los mundos, qué haría yo si al imaginar no recordara, si al saltar no descubriera en mi miedo, una llamada.

Por favor, que sí, que así sea, bailar una danza frenética con todos los nihilistas mientras el fuego es hielo y la tierra cae al cielo. Por favor, que sí, que me abro la sangre y mi corazón era una colmena. Por favor, que sí, que matar fuera como golpear el agua y que las sombras de los injustos no tocaron ni a la luna ni a los inocentes.

Que los errores sean sólo tiempo y el subjuntivo una cárcel sin puertas. Hoy sé que no se acabarán los gritos porque no proceden de la garganta, pero se pueden articular porque la atraviesan. Bramido o canción, sólo una opción de dos maneras.

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