28 de agosto de 2014

No invitaré la trágica liturgia a desprender tu futuro.

Recibir es a veces despedir

un hálito convencido de libertad ,

para el asiento irredento de nuevos caballos ardientes

que desligan la dirección de tu mirada.

Las raíces te queman, las raíces te tiran,

fuertemente, hacia el candor de un recuerdo que es gloria tibia,

de las ternuras de tu vida.

Si pudieran apenas sus ascuas volar hacia ti,

brindarme una carretera de llamas de remembranzas

del cariño que se clavó en mi alma salvando mi infancia,

en la que correr lo que nunca he corrido

para, vendar los ojos al tiempo

y prometerte

echar una partida más a la vida

de la mano que otrora estrecharas mínima entre tus palmas

pero abierta hacia tus pasos.

Dijo Dostoievsky que la belleza salvaría al mundo,

hoy me basta con que te cuide,

que una brisa sobrenatural te arrope para terciar una llamada recóndita,

que un pensar repentino destaque una taumaturgia del espíritu

quiero, por el Dios que me habla cuando me atrevo a vivir,

que mi amor te oriente

y crezca silenciosa la tercera Jerusalén

en la savia perenne de tus destinos.

1 comentario:

  1. Echar otra partida a la vida y ser piadoso es lo que te distingue de los demás. Bonita letanía, amigo.

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