Durante mucho tiempo te ha atormentado, persiguiéndote desde
la realidad hasta tus sueños, siempre incansable, incesante en su afán de hacer
de ti el ser más mísero sobre la faz de la Tierra. Invisible, intangible, pero
cuya sombra pesa sobre el alma como el efecto de mil atmósferas. Te encoge, te
engulle con lentitud mientras disfruta de su agoniosa victoria, te envuelve con
su hedor a frustración y reproches, haciéndote cada vez más minúsculo, esculpiéndote
a su tirana voluntad.
Un día te cansas y decides alzarte y luchar. Desenvainas la
espada de tu Verdad y lanzas fieras estocadas al aire, esperando que la suerte
te sonría y aciertes milagrosamente en tu oponente.
Pasa el tiempo y la suma de tus derrotas merma tu
determinación, pues es harto improbable (¡ay!, y creedme si os digo que lo es) seguir
luchando a ciegas con semejante Quimera. ¿Cómo hacer frente entonces al peor de
tus enemigos, a falta de tus propios sentidos?
Antes de seguir, es necesario un acto de serena y profunda
meditación. Parar un segundo, concentrarse al máximo, y razonar hasta el
absurdo. Respirar hondo, dejando la espada a un lado y la guardia baja.
Descubrir el patrón que se repite, sin que te dieses cuenta hasta ahora,
mientras vas trazando poco a poco un minucioso mapa de su baile. Danzas con él
durante unos aterradores instantes más, y finalmente abres los ojos. Y lo ves
ante ti, con su horrible rostro deforme, sus desagradables colores y su voz tan
irritante. Lo ves todo. Ya puedes ponerle un nombre, ya sabes a lo que te
enfrentas: “soledad”, “fracaso”, “rechazo”, “inseguridad”.
Y lloras de la más pura y anodina felicidad, pues el
problema en verdad era muy simple pero sencillamente no eras capaz de verlo.
Recoges tu espada y la hundes en las entrañas de la Bestia, mientras sus
sollozos te hacen más grande y restauran de ti lo que creías haber perdido. Vuelves a sonreír como hacías hace tiempo, irradias victoria por todos
los poros de tu piel. Y das gracias por esa idea feliz que te hizo parar un
segundo, un segundo vital en una lucha a contrarreloj contra tus miedos y
contra ti mismo.
Buscad todos ese segundo, y seréis libres.
Precioso. Me recuerda a aquella frase de un tal anónimo:
ResponderEliminar“Los cuentos de hadas son bien ciertos, pero no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que podemos vencerlos”.
:)
Una cita muy cierta y bonita ^^ Muchas gracias Little Monkey :D
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