16 de marzo de 2016

Imaginemos

Vamos a asomarnos a los límites de nuestras condiciones.

YO (mínimo, individual en lo universal), he venido para hablaros de una VOZ. Más allá, siempre más allá, de la mía propia.

Una voz que habla a través de todos los seres que no se reducen a ser meros continentes de vida, sino que prosperan conociendo el contenido único que su experiencia puede extraer de la vida. Que habla a través, de cada escena del universo en la que la conjunción perfecta entre el mundo, el tiempo y el ser que contempla el mundo en ese instante, alumbran un estado de pura belleza. Una unión anímica entre la realidad y el sentimiento.

Apelando a palabras de mi buen Buenaventura "incluso el lenguaje puede ser útil a veces".Vamos a hacerlo, intentemos lo extraordinario, sin tensión como si fuera una pluma que pesa como el alma, como si fuese un juego jugado con la seriedad de los niños.

Cada palabra servirá de base metafórica para articular los perfiles de esta voz. Una red connotativa que no pretende recluirla, sino al contrario, saberla, intuirla, declararla, fuera de los límites de estas palabras.

De estas palabras:
Conmoción, pasmo, entrega, belleza, amor, euforia, libertad, inmensidad, valor, actitud, ánimo, conocimiento, verdad, misterio, luz, alma, música, arte, epifanía, paz, inocencia, consciencia, eternidad, muerte, vida, voluntad, sabiduría, pureza, bondad, nobleza,...

Y sigue, con palabras que podría escribir y con palabras que nunca se han escrito. Y sigue, porque no hace falta que termine. Porque no es perfecto. Porque es un juego.

Y la voz, no está dentro, no está fuera, está siempre en el margen de todas estas palabras.

No es un puzzle pero es un camino y todos estos valores no son sus etapas, sino los impulsos que lo dirigen, que lo consuman.

No son las cadenas de la conducta, son los hilos que mallan la inspiración de cada uno de nuestros momentos, de cada uno de nuestros golpes de vida. Es, Penélope tejiendo y deshaciendo, no para contar ni para esperar, sino para hacer posible el viaje de Ulises. Porque el destino nunca perteneció a las moiras, viejas brujas de pocos ojos, sino a la amada, que expandía el tiempo para dejar espacio a la realización de la Vida en el viaje. Sus manos eran la voz.

Si das en la clave, si encuentras la brújula, húndela hasta el centro de tu corazón. Cierra los ojos y baila la voz.

[Sí, lo creo. Y sí, lo creo. Es decir, lo creí y lo crearé]

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