5 de febrero de 2013

A mis fantasmas

   En los resquicios de la mente dícese encontrar la forma más pura del pensar y el sentimiento. En esos lugares corretean juguetones la Palabra, el Concepto, y el Sentido, cogidos de la mano a veces, y otras no; la belleza propia de las cosas alcanza su máxima expresión; comprendemos, sentimos y desarrollamos la extraña capacidad de razonar (algunos más que otros).

   En los resquicios de la mente dícese hallar todo ésto y más, pero hoy no vine a hablar de la hermosura de las flores, ni del amor, ni del orgullo. Hoy vine a hablar de los fantasmas, esos espectros que persiguen a cada uno, y que comparten, cómo no, este espacio tan místico e incomprensible como es la psique.

   Fantasmas. Pequeñas voces que susurran, ecos del Grito de Munch, que yo me imagino también con esa misma expresión de desesperación y desconcierto, esa angustia trascendental que ahonda en lo más profundo del ánima. Lexías inconexas la mayor parte de las veces, resquebrajan tu determinación y minan la entereza del más valiente, llegando incluso a bloquear el raciocinio, convirtiéndonos en vasijas contenedoras de éstos murmullos incesantes, insufribles, testarudos, que te asaltan sin aviso, con el único pretexto de entorpecer tu avance en la vida, con el único placer de hacerte sufrir. Usando, ¿qué? Palabras, nada más. Son los saboteadores del axioma, los terroristas del alma. ¿Existe algún escudo para tales elementos? Me gustaría creer que sí. Que algún día sólo escucharé lo que mi corazón quiera dictarme, que las voces se extinguirán, de un momento a otro. Pero ésto no se consigue por méritos propios. Uno no puede nadar a contracorriente esperando alcanzar la orilla, si no tiene algo que le mantenga a flote o que tire de él. He aprendido, con el tiempo, que lo único que te permite llegar al otro lado cuando estás a punto de ahogarte es una mano ajena a tus propios brazos, que agitas inútilmente sin cesar. Una mano que con firmeza y afecto te guíe hasta la zona cero, donde los gruñidos mueren y tu mente encuentra el sosiego que buscaba. Encontrar esa mano es de vital importancia ya que sino, nos perdemos entre las tempestades y nos dejamos llevar por la fuerte corriente, indagando sin descanso en los motivos que nos llevan a tal desastre cuando, en realidad, los motivos son lo que menos importa.

   A los fantasmas en mi cabeza os digo: canallas, me hacéis mirar atrás a cada paso que doy, preguntándome si es verdad que he tropezado o no. Pellizcáis mi ocupada materia gris con preguntas que no sé responder, tiráis de mis brazos cuando intento seguir adelante. Hoy os digo que os busquéis otro hobby, pues he encontrado una mano fuerte que está llevándome lejos de vuestro alcance. Y os aviso de que no pienso soltarla.

2 comentarios:

  1. Llegan imágenes desde el mismo estanque.

    El pasado nos pisa si lo queremos engañar.

    ...y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

    Las voces nos recuerdan lo que nunca llegamos a abandonar.

    Nos atan a lo que queremos, a lo que sentimos que merecemos.

    Deshilan las costuras del corte postergado.

    Pero tienen la fuerza que les das y son TU voz.

    Hablan por ti desde todo ante lo que asentiste y te dañó.

    Y libre eres y serás en cuanto quieras. Cuando grites, cuando digas ahora con el corazón y exijas vida al aire.



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    1. Cómo se nota que entiendes de éste tema, amigo Aley :) Awesome reply ^^

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